El descubrimiento en 1855 del sarcófago de Eshmunazor II de Sidón, su traslado a París y su exhibición pública supusieron, para la época, un auténtico acontecimiento mediático. De hecho, dio lugar a que, en 1860, el emperador Napoléon III enviara al semitista Ernest Renan a Fenicia para emprender una misión arqueológica. Sin duda, el tamaño y la enorme envergadura de la obra bastaban por sí solos para llamar la atención, pero su interés es sobre todo de orden epigráfico: presenta la inscripción fenicia más larga encontrada en Líbano, la única que relata acontecimientos históricos del reinado de un rey fenicio, Eshmunazor II.
Este trabajo se estructura en torno a varios aspectos: epigráfico, histórico, estilístico e historiográfico. Se trata de una traducción de la inscripción revisada y comentada, acompañada de una reflexión sobre la historia de la dinastía de los reyes de Sidón, Eshmunazor I, Tabnit y Eshmunazor II. En él se presta especial atención al tema del momento del traslado, desde Egipto, de este sarcófago del periodo saíta. El sarcófago reutilizado por un rey sidonio pone de manifiesto los traslados entre Egipto y Fenicia, y constituye un magnífico ejemplo de lo que permitió, de diversas maneras, que los fenicios asimilaran el arte egipcio. Finalmente, alrededor de este importante monumento se diseñó y organizó la colección de antigüedades fenicias del Louvre. El uso de documentación de archivo, manuscritos y fotografías permite seguir los pasos del sarcófago, desde su descubrimiento gracias al duque de Luynes, Aimé Péretié y Alphonse Durighello, hasta su presentación en la cripta Marengo del Museo del Louvre, donde se encuentra hoy.
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